𝐏𝐑𝐎𝐅𝐄: 𝐋𝐀 𝐏𝐀𝐋𝐀𝐁𝐑𝐀 𝐐𝐔𝐄 𝐀𝐁𝐑𝐄 𝐏𝐔𝐄𝐑𝐓𝐀𝐒
- Profe, ¿tiene un
lápiz que me preste?
- Profe, me quedé sin
hojas.
- Profe, mi mamá me
dijo que le diga que no tiene plata para los materiales.
- Profe, me ayuda con
el dibujo.
- Profe, ¿tiene algo
para comer? Hoy no comí.
- Profe, ¿por qué
hacen paro?
- Profe, adóptame.
- Profe, ¿quiere
pancito casero, lo hizo mi abuela?
- Profe, mi papá le
pega a mi mamá.
- Profe, me fui a
vivir con mi tía.
- Profe, ¿qué te pasa
hoy? No estás content@ como siempre.
- Profe, ayer me
robaron.
- Profe, voy a dejar
la escuela, necesito trabajar para mantener a mi bebé.
- Profe, ayer no pude
venir porque tenía que cuidar a mi hermanito.
- ¡Papá!, digo, profe.
- ¡Ma!, digo, profe.
- Profe, afuera me
están esperando unos pibes que me quieren pegar.
- Profe, con la lluvia
no pude salir de casa.
- Profe, mi mamá no
tiene para el colectivo.
- Profe, murió mi
papá.
- Profe, ¿por qué
faltaste?
- Profe, queremos que
vuelvas, te extrañamos.
- Profe, ¿viste lo que
le pasó a… ?
- Profe, mañana te
traigo todos los trabajos.
- Profe, me van a
cambiar de escuela pero no quiero.
- Profe, ¿podemos
hablar del amor?
- Profe, mi novia me
dejó.
- Profe, ayer te vi
caminando.
- Profe, me fui de mi
casa.
- Profe, mis viejos se
pararon.
- Profe, los míos
también se separaron, pero siguen viviendo juntos y se pelean todo el tiempo.
- Profe, ¿te vamos a
tener el año que viene?
- Profe, lo siento, me
sarpé.
- Profe, ese boludo se
anda haciendo el malo, lo voy a matar a piñas.
- Profe, nadie me
cree.
- Profe, tengo un
problema.
- Profe, tengo miedo.
- Profe, ¿militás?
- Profe, ¿a quién vas
a votar?
- Profe, relajate.
- Profe, ¿nunca te
peleaste con tus papás?
- Profe, le dije a mis
viejos que soy gay y se enojaron.
- Profe, ¿tiene hijos?
- Profesor, mire la
foto de mi nietita.
- Profe, tengo un
secreto que duele.
- Profe, tengo mala
conectividad.
- Profe, ¿lo puedo
ayudar?
- Profe, ¡me encanta
su clase!
- Profe, gracias.
- Profe, te quiero.
- Chau profe.
- Profe..., Profe...,
Profe...
Cada “profe” no es solo un llamado: es un
intento de existir frente a alguien que escucha. En esa palabra caben la
súplica, la confianza, la rabia, la ternura y la búsqueda de un lugar en el
mundo. Porque cuando un estudiante dice “profe, te quiero”, no habla solo del
afecto hacia una persona, sino de la urgencia de que alguien los abrace con su
mirada, de que los escuchen, de que la escuela sea todavía refugio y compañía
en medio de tanto ruido y tanta herida.
Ese “profe” que parece tan simple, en realidad
es una puerta entreabierta: a veces se asoma el hambre, otras la soledad, otras
un gesto de amor o una chispa de humor que salva el día. Y el aula, que a veces
parece frágil y desbordada, se vuelve entonces el único lugar donde todavía se
puede pedir ayuda sin vergüenza, donde todavía hay tiempo para hablar del amor,
para llorar una ausencia o para inventar un futuro distinto.
Aulas desbordadas de estudiantes y
sentimientos; donde, a veces, el tiempo no alcanza para enseñar y las urgencias
de los alumnos que se llevan por delante la planificación de la clase. Sin
embargo, ahí también ocurre el aprendizaje: en medio del ruido, de las
interrupciones y de los dolores compartidos, la escuela enseña y aprende de
otras maneras, con la vida misma entrando por la puerta.
Quizás, en el fondo, cada “profe” es una manera
de decir: mírame, estoy acá, no me dejes solo. Y cuando alguien responde con
paciencia, con ternura o simplemente con presencia, esa palabra se convierte en
algo mucho más grande: en la certeza de que no todo está perdido. Porque, a
pesar de los obstáculos, del cansancio y de las dificultades que atraviesan la
docencia, sigue siendo posible abrir un espacio donde la esperanza encuentre un
lugar para quedarse.
¡FELIZ DÍA PROFES!